Ante todo, la firma de un acuerdo sobre el programa nuclear iraní representa una victoria para Teherán. En efecto, el régimen tuvo que retroceder sobre ciertos puntos que antes eran presentados como no negociables: el número de centrifugadoras y la tasa de enriquecimiento del uranio. Pero, a cambio, obtuvo el estatus de interlocutor reconocido por Occidente, en particular por Estados Unidos. Así, la República Islámica ve esbozarse la perspectiva de nuevas cooperaciones con sus detractores de ayer, en primer lugar en el plano económico, posteriormente, tal vez a más largo plazo, en los ámbitos militar y político. Y esto, aunque nada se haya definido aún y aunque subsistan divergencias importantes en cuanto a la interpretación del acuerdo de Lausana, en especial en lo que concierne al ritmo con el que se levantarán las sanciones.
Contrariamente a lo que se podía esperar, el acuerdo transitorio no suscitó una gran euforia entre los (...)