En abril de 1871, en el momento más intenso de la Comuna de París, siete mil obreros londinenses organizaron una manifestación de solidaridad con sus camaradas parisinos marchando bajo la lluvia desde lo que la prensa burguesa británica llamaba “nuestra Belleville” –el barrio de Clerkenwell Green– hasta Hyde Park. Iban acompañados por una fanfarria, sosteniendo pancartas con eslóganes del tipo “¡Viva la Comuna!” y “¡Larga vida a la República Universal!”.
Esa misma semana, en el anfiteatro de la Escuela de Medicina de la Sorbona, abandonada por la totalidad de sus profesores, que habían huido a Versalles, los artistas y artesanos parisinos (“todas las inteligencias artísticas”) escuchaban a Eugène Pottier leer el manifiesto de la Federación de Artistas de París, que concluía con la frase: “El comité contribuye a nuestra regeneración, con la inauguración del ‘lujo comunal’ y los esplendores del futuro, y con la República Universal”.
“Comuna” y “República Universal” representan dos (...)