Más de dos años después de la sangrienta batalla de Marawi, la maquinaria pesada todavía trabaja para quitar los escombros, en medio de un paisaje apocalíptico. A causa de la magnitud de las destrucciones, los vecinos llaman a esta área –la más afectada por los enfrentamientos– “zona cero”. El 23 de mayo de 2017, centenares de combatientes de la Organización del Estado Islámico (OEI) tomaron Marawi. El ejército filipino tuvo que mantener el asedio y los bombardeos indiscriminados durante cinco meses para recuperar la ciudad y arriar la bandera negra.
Los combates provocaron 300.000 desplazados, de los cuales 70.000 todavía están en espera de poder regresar a su hogar. La mayoría de ellos viven en campos de tiendas de campaña y, los más afortunados, en campamentos de sólidas barracas. Aunque la población sigue condenando a la OEI por la devastación de la ciudad, su desconfianza y su rencor hacia las autoridades (...)