Generalmente, hay dos puertas enfrentadas para poder “hacerle la pinza” al paciente recalcitrante o violento. La cama está fijada al suelo; a veces hay un lavabo, a veces no; a veces hay un inodoro, a veces solo “un cubo higiénico sin tapa del que se desprende un fuerte olor a orina y heces”; de todos modos, cuando el paciente está atado, a menudo se hace encima en la cama. De vez en cuando se llega a pequeñas componendas, como en el caso de esta joven paciente que lleva un año aquí, “bajo contención de los cuatro miembros, pero con la sujeción de uno de sus brazos ajustada de tal forma que pueda dejar la bacinilla en el suelo sin ayuda”. Por lo común no hay botón de llamada: el paciente no tiene más remedio que gritar para que se le escuche, o, si está suelto, “golpear la puerta hasta lastimarse”.
Suele (...)