Después de cuatro elecciones presidenciales sucesivas ganadas por el Partido de los Trabajadores (PT) desde 2002, las fuerzas conservadoras lograron reorganizarse para derrocar a la presidenta Dilma Rousseff y reemplazarla por el ex vicepresidente Michel Temer. La maniobra, más que dudosa en el plano jurídico, no habría resultado tan sencilla si el PT no hubiera cometido tantos errores. Renunció a hacer un llamamiento a la movilización popular, tejió alianzas reiteradas con diversos sectores de la derecha (algunos de los cuales participaron más tarde en su derrocamiento) y escogió responder a la crisis económica por la vía de la austeridad, a riesgo de amplificar el descontento social. Este cúmulo de decisiones no facilitaron el surgimiento de una reacción amplia frente a la ofensiva de la derecha.
Una vez en el poder, Temer no tardó en ponerse manos a la obra. Su receta: un liberalismo frenético en el plano económico y un conservadurismo (...)