Desde hace algunos años, una sucesión de centenarios marca el calendario de la vida cultural española (y europea) con una insistencia que, a menudo, puede parecer atosigante. En Europa, tal cosa viene a ser síntoma de la relevancia de la Cultura de Estado, que es consustancial a la conmemoración, y también de la versatilidad de lo postmoderno, que es dado a digerir sin tregua los estímulos más contradictorios. Pero, entre nosotros, no cabe olvidar que la cultura de lo retrospectivo ha sido la respuesta a una dictadura a la que caracterizó la visión unilateral del pasado y la chapucería ceremonial, así como su mala opinión política del pasado reciente.
Y quizá no sea descabellado empezar a pensar que la actual y floreciente “cultura de Estado” española, además de reparar algunas deudas necesarias con el ayer incómodo y proscrito (pensemos en los centenarios de Luis Cernuda, de Max Aub, de Rafael Alberti), (...)