En mi libro L’art de réduire les têtes había tratado de poner en evidencia la profunda reconfiguración de las mentes producida por el mercado. La demostración era relativamente simple: el mercado rechaza cualquier tipo de consideración (moral, trascendente, trascendental, cultural, ambiental...) que pueda dificultar la libre circulación de las mercancías en el mundo. Esto explica que el nuevo capitalismo procure desmantelar cualquier valor simbólico, en beneficio de un valor único, el valor monetario neutro de la mercancía. Considerando entonces que todo consiste en intercambiar cierta cantidad de productos según su estricto valor comercial, los hombres deben deshacerse de toda la sobrecarga cultural y simbólica que antaño regía sus intercambios.
Un buen ejemplo de esa desimbolización generada por la entronización de la mercancía son los billetes de euros. Esos billetes ya no muestran, como los anteriores, la imagen de las grandes figuras de la cultura que –de Pasteur a Pascal y de (...)