“Ingresamos en un nuevo período de la historia del terrorismo. Menos regional y nacional, esta nueva etapa se caracteriza por un terrorismo suicida, atentados perpetrados por terroristas que buscan infligir voluntariamente daños masivos a civiles y que pertenecen a grupos que no tienen ningún interés en negociar”. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, Eliza Manningham-Buller, directora general del Servicio de Seguridad británico (MI5), resumía de esta manera las dificultades políticas que plantean los grupos como Al Qaeda a las autoridades y a los servicios de inteligencia occidentales.
La lucha contra el “terrorismo” no es en efecto tan unívoca como podrían sugerirlo las viriles y firmes declaraciones de numerosos ministros del Interior (recordemos el “hay que aterrorizar a los terroristas” de Charles Pasqua). Por el contrario, depende de múltiples transacciones entre los gobiernos, los servicios de inteligencia y los grupos clandestinos, en las que cada (...)