En marzo de 2000, el Consejo Europeo de Lisboa fijó como principal objetivo de la política de la Unión en materia educativa producir un capital humano rentable al servicio de la competitividad económica. En Inglaterra (el resto del Reino Unido se ve menos afectado), utilizando como base los cimientos que dejara Margaret Thatcher y siguiendo esa lógica, el gobierno laborista de Anthony Blair ha utilizado tres nuevas palancas para “reformar” el sistema escolar.
La primera está constituida por poderosas agencias gubernamentales como la Oficina de Niveles de Educación (Office for standards in Education-Ofsted), que efectúa exhaustivas inspecciones en los centros, y la Agencia para la Formación de Docentes (Teacher Training Agency), encargada de supervisar la formación inicial y continua de los maestros. La segunda es el intento de reciclar a los directores y responsables de escuelas secundarias para convertirlos en cuadros directivos fuertemente comprometidos con los objetivos gubernamentales y a su (...)