Una carretera sinuosa, bosques de pinos de un verde brillante y hombres uniformados. De pronto aparecen las imágenes de postal de la bahía de Hong Kong, su jungla de edificios y su enjambre de barcos. Al volante de su berlina descapotable, Charlotte le hace un signo con la cabeza al agente de seguridad, y se alza la barrera del Tertre de Stanley, barrio privado que lleva el nombre del célebre explorador británico.
Desde 2005, esta expatriada franco-belga y su marido francés pasan días felices en su casa con terraza, a treinta minutos del corazón de la “economía más abierta al mundo”. El señor ocupa un puesto estratégico de director financiero en un importante banco francés. La señora no trabaja y se entrega a las delicias de los baños en la bahía de Stanley, el tenis y la acción humanitaria para una importante organización no gubernamental (ONG) francesa. Para sus cuatro hijos (...)