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Belgas en marruecos, marroquíes en Bélgica

Las autoridades marroquíes lo repiten sin cesar: se espera la llegada al país de los niños de las anteriores migraciones para contribuir a su desarrollo económico. Sin embargo, algunos ni tan siquiera han puesto los píes allí desde hace diez años. Otros no hablan árabe. Poco importa, el reino alauí alimenta el mito de su retorno. Pero, mientras una parte de la población belga los percibe como ciudadanos de segunda fila, los Mohammed, Favila, Ahmed se implican tanto para bien como para mal en el futuro de su Bélgica.

por Olivier Bailly, febrero de 2006

“¿Sueña usted con venir a trabajar a Bélgica? ¿Ya ha tomado la gran decisión? Nosotros, los belgas, nos alegramos de que venga a aportar su energía y su inteligencia. (...) Y reiteramos que los trabajadores del Mediterráneo son bienvenidos en Bélgica”. Poco antes de esa declaración de amor, Bruselas y Rabat habían firmado, en febrero de 1964, un acuerdo que regulaba la llegada de trabajadores marroquíes a Bélgica. Por entonces, miles de ellos hacían el viaje en busca de una vida mejor. Sobre todo, esperaban ahorrar lo suficiente para retornar “ricos” a su país. Ni Bélgica, ni Marruecos, ni esos trabajadores imaginaban ese desarraigo como algo definitivo.

“El Estado marroquí excluía toda integración de sus ciudadanos en el país anfitrión”, explica Abdel Abbad, periodista del Journal de Tanger. “Hassan II se oponía abiertamentre a que sus súbditos reivindicaran derechos en el país que los acogía. Se consideraba que los inmigrantes no (...)

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