El 6 de abril de 1960, Lester D. Mallory, subsecretario adjunto de Estado para los Asuntos Interamericanos, recordaba en un memorándum el objetivo de las sanciones económicas impuestas por Washington a Cuba:
“La mayoría de los cubanos apoya a Castro. No hay oposición política eficaz […]. El único medio posible para aniquilar el apoyo interno [al régimen] es provocar el desencanto y el desaliento por la insatisfacción económica y la penuria […]. Se deben emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba […]. Una medida que podría tener un fuerte impacto sería negar todo financiamiento o envío a Cuba, lo que reduciría los ingresos monetarios y los salarios reales y provocaría el hambre, la desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.
De 1959 a 1990, el programa de creación de una disidencia interna se mantuvo en secreto. Así, los archivos estadounidenses parcialmente desclasificados confirman la existencia de múltiples (...)