“Periódicos gratuitos”, “un 20% de producto gratuito”… Se tiene la impresión de que la palabra “gratuito” está por todas partes y la realidad es que no está en parte alguna. Profanada por el márquetin que la ha reclutado para estimular la demanda, la gratuidad, en realidad, casi ha desaparecido de la oferta política. Subsiste en algunas designaciones institucionales, como “escuela gratuita”, expresión consagrada por un siglo de liturgia republicana y que nadie se atreve a denominar “escuela costosa”. Pero, cuando el debate no está inhibido por la indulgencia y el respeto que inspiran las viejas damas, la mayor parte de los responsables de la cosa pública desaprueban el término gratuito. Irresponsable. Engañoso. Casi incívico. ¿Cómo reconocer el valor de las cosas cuando olvidamos que cuestan esfuerzo y dinero?
El engañoso discurso publicitario obtiene pingües beneficios de lo gratuito; a causa de la gran depresión de la política, los representantes del bien (...)