4 de diciembre de 1851:
“Me levanto a las 5 y media de la mañana. Tuve un sueño afiebrado, irritante, con intolerables latidos de arterias. La crisis es horrible. (…) Un infame aventurero, elegido por una ilusión popular para presidir los destinos de la República, aprovecha nuestras discordias civiles para destrozar la Constitución, suspender las leyes, expulsar o encarcelar a los representantes, asesinar por medio de sus satélites a aquellos que, resistiendo, cumplen el más sagrado de los deberes; se atreve a exigirnos, con el cuchillo al cuello, la tiranía. París se parece en este momento a una mujer atada, amordazada y violada por un malhechor. Si yo fuera libre, me enterraría bajo las ruinas de la República con los ciudadanos fieles o bien me iría a vivir lejos de una patria indigna de la libertad.”
9 de diciembre de 1851:
“Pasé una mala noche. La pena me persigue; aprensiones de (...)