El erudito francés Gabriel Naudé, en 1693, publicó Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado. Aunque limitado por la época, Naudé homologó los golpes a cualquier conspiración. Era una acción cuyo fin se proponía reemplazar o reforzar el poder del príncipe. Para lograrlo, el ejército era una alternativa. Pero también podían actuar otros órdenes presentes en el Estado moderno.
Será a partir del siglo XIX, con el desarrollo del constitucionalismo, cuando los golpes de Estado se consideren actos que transgreden el orden político legítimo. Desde ese instante los golpes aducen a la Constitución vigente como pretexto para ser ejecutados. El Golpe de Estado llevado a cabo por Luis Napoleón Bonaparte, en 1851, asestando el tiro de gracia a la II República francesa, y proclamándose emperador de Francia, es un buen ejemplo.
Sin embargo, adjudicar el calificativo de Golpe de Estado sólo cuando la violencia directa de los militares acaba con el gobierno (...)