Es una de esas historias que suelen suceder en Karachi. En una de las carreteras atestada por automóviles de esta ciudad tentacular de veinte millones de habitantes, Laik Hussein circula en moto con un amigo sentado atrás y se convierte en blanco de un francotirador escondido. La bala le perfora la sien derecha y le destroza los ojos. “Pensé que me habían dado en la cabeza con una piedra filosa”, recuerda. Su amigo lo entendió enseguida, pero eso no lo salvó: “Me dijo que recitara los versículos sagrados del Corán; y ahí me di cuenta de que nos habían disparado con un silenciador”. Hussein, funcionario del Ahle Sunnat Wal Jamaat (ASWJ), una agrupación sunní radical, ahora es ciego. Su amigo, Mufti Saud Rahmen, forma parte de los dos mil cuatrocientos habitantes de Karachi fallecidos en medio de la calle o secuestrados y torturados hasta la muerte en 2012.
En la capital (...)