Conviene prevenir a los lectores de lo fácil que es caer en un exceso de prevención. Se nos invita a poner distancia entre el saber médico y los remedios que proponen éstos al paciente. Porque una cosa es lo que los médicos saben y otra lo que nosotros debemos saber acerca de ciertos respetados predicadores de la prevención, en muchas ocasiones innecesaria.
El libro va lleno de ejemplos. No hay espacio para dar más que uno. Pero valga decir que en los textos se repite el mantra de que el ser humano debe ser feliz y que el camino hacia esa felicidad no tiene por qué coincidir con el camino propuesto por los especialistas y los laboratorios farmacéuticos. El atajo hacia la salud sería silencioso y tranquilo: el ejercicio físico, una dieta equilibrada y cierta amnesia programada por cada sujeto a fin de olvidarse de la salud, sintiéndose saludable.
En la página (...)