Cambiamos de época. Al periodo en que se condenaba, en Occidente, la subversión comunista fomentada por Moscú y se celebraba, en Oriente, la lucha de clases y el antiimperialismo le sucedió el que convoca a la lucha de comunidades religiosas o étnicas, e incluso tribales. Este nuevo esquema de lectura cobró una fuerza excepcional desde que el politólogo estadounidense Samuel Huntington popularizara, hace más de veinte años, la noción de “choque de civilizaciones”, explicando que las diferencias de valores culturales, religiosos, morales y políticos eran fuente de numerosas crisis. Huntington no hacía más que resucitar la vieja dicotomía racista, popularizada por Ernest Renan en el siglo XIX, entre el mundo ario, supuestamente civilizado y refinado, y el mundo semita, considerado anárquico y violento.
Esta invocación de “valores” alienta al retorno a unas identidades primarias que las grandes y sucesivas olas de modernización habían hecho retroceder y que, paradójicamente, son bien recibidas (...)