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POLÍTICA CULTURAL

Rentabilizar el pasado

Tenemos que salvar a Notre Dame. Entre el impacto emocional de la ciudadanía francesa y las maravillosas promesas de donaciones, la decisión era indiscutible. Pero ¿qué es exactamente lo que hay que salvar? ¿Un patrimonio, un monumento representativo de una historia colectiva, o la oportunidad finalmente legal de transformar el pasado en un capital rentable y vaciarlo de su sentido?

por Philippe Pataud Célérier, mayo de 2020

<span class="caps">AN</span>Ó<span class="caps">NIMO</span>. – Restauración del gallo de la aguja de la catedral de Notre-Dame por el taller Monduit, 1935-1936

La aguja se tambalea en medio de un espectacular incendio el 15 de abril de 2019. Las grandes fortunas francesas acuden en socorro de la catedral de Notre-Dame. Bernard Arnault y su grupo LVMH, François Pinault y Kering, los hermanos Bouygues y su holding familiar, Total, L’Oréal… Llueven las promesas de donaciones. 100 millones de euros por un lado, 200 millones por el otro… Un año más tarde, se ha entregado la mitad de los 1.000 millones prometidos, mientras que el resto debería ir llegando poco a poco. Una movilización inédita para un monumento de culto, convertido, a lo largo de sus nueve siglos de existencia, en uno de los símbolos de Francia. No obstante, en 2017, el arzobispo de París había advertido: “El estado de Notre-Dame es tal que pronto sus estructuras no aguantarán más y pondrán en riesgo la propia estabilidad del monumento, por no hablar de la (...)

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