Por definición, toda institución se preocupa más por su propia continuidad que por su finalidad. La Unión Europea (UE) no se sale de la norma y, con respecto a ella misma, las palabras que últimamente se repiten con más frecuencia en los comentarios políticos son “salvar” y “rescate”: hay que “salvar” el euro; hay que “salvar” la UE; hay que poner en marcha planes de “rescate” en este o en aquel Estado miembro. Los casos del Reino Unido y de Grecia constituyen ejemplos recientes de esta acusada tendencia.
La sorprendente victoria del Partido Conservador en las elecciones legislativas británicas del pasado 7 de mayo (aunque hay que relativizar su magnitud si nos fijamos en el número de votos), se ha interpretado en el extranjero como una seria amenaza de salida del Reino Unido de la UE (Brexit). El primer ministro David Cameron confirmó, efectivamente, su compromiso para organizar, como muy tarde (...)