G.B.– Independientemente de que el 11 de septiembre sea o no un acontecimiento extraordinario, ¿qué papel le asigna usted a la filosofía? ¿La filosofía puede ayudarnos a comprender lo que ocurrió?
J.D. – Sin duda, semejante “acontecimiento” requiere una respuesta filosófica. Más aún, una respuesta que ponga en tela de juicio, en su mayor radicalidad, las presunciones conceptuales más enraizadas en el discurso filosófico. Los conceptos con los que en general se describió, designó y clasificó ese “acontecimiento” evidencian un “adormecimiento dogmático” del que sólo nos puede despertar una nueva reflexión filosófica, una reflexión sobre la filosofía, principalmente sobre la filosofía política y sobre su herencia. El discurso habitual, el de los medios y de la retórica oficial confía demasiado fácilmente en conceptos tales como el de “guerra” o el de “terrorismo” (nacional o internacional).
Una lectura crítica de Karl Schmitt, por ejemplo, resultaría muy útil. De un lado para tomar en (...)