Un nivel jamás alcanzado desde hace ochocientos mil años: la concentración mundial de CO2 ya se acerca a las 385 partes por millón (ppm). Este excedente no proviene de los ciclos naturales. Al extraer ininterrumpidamente los recursos naturales, el hombre se ha convertido en una potencia telúrica, capaz de interferir en los grandes ciclos del planeta: es la era del “Antropoceno”, que ve cómo la humanidad se convierte el eje geológico del mundo por su capacidad para modificar el clima.
Bajo los auspicios de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992, la deriva del efecto invernadero es objeto de un intento de regulación global. El Protocolo de Kioto (1997), nacido de esta Convención, determinó los términos y la neolengua de complejas transacciones: exigió que los países industrializados, históricamente contaminantes, redujesen sus emisiones en un 5,2% entre 1990 y 2012. A pesar de este modesto objetivo, (...)