En 2005, dos informáticos descubrieron con estupefacción que los datos confidenciales que contiene la Tarjeta Vitale (tarjeta inteligente sanitaria francesa) no estaban protegidos: no sólo se podían leer, sino también modificarlos. Por oscuros motivos, el mecanismo de seguridad no había sido activado. Aunque el asunto habría podido causar escándalo, suscitó tan sólo unos pocos artículos de prensa, y fue rápidamente olvidado, una vez que los responsables de la Tarjeta Vitale, admitiendo el problema, declararon que se iba a subsanar.
Meses después, uno de los informáticos volvió a la carga, comprobando que nada se había hecho. Ningún periodista ni sindicato se inquietó, como tampoco ninguna asociación de pacientes. Además, ni la Comisión Nacional francesa de la Informática y las Libertades (CNIL), supuesto garante de la protección de la vida privada, ni la Dirección Central de la Seguridad de los Sistemas de Información (DCSSI), autoridad nacional de regulación encargada de la seguridad informática (...)