A unos veinte kilómetros al sur de San Francisco, en las puertas de Silicon Valley, la compañía start-up Solazyme Inc. persigue un nuevo sueño. Tras el boom de los semiconductores, es aquí donde se asientan cientos de laboratorios afanándose en la búsqueda del Grial del siglo XXI: un combustible sintético a base de microalgas, tan poderoso como las energías fósiles. Para el cofundador y presidente de la compañía, Harrison Dillon, Solazyme es “la única empresa de biotecnología microbiana que ha fabricado un combustible con propiedades equivalentes a las del petróleo”.
El procedimiento sigue siendo misterioso y Dillon es evasivo: se trata de una técnica de transgénesis a base de microbios genéticamente reconstituidos. Aquí entramos en el reino de la tercera generación de los “agrocarburantes” autogenerados. A finales de 2008, Solazyme anunció que había producido un tipo de queroseno derivado de microalgas que podía ser utilizable por los aviones y que presentaba (...)