La tarde del 5 de abril de 2010, una poderosa bola de fuego se propagó por las galerías del Upper Big Branch, una mina de carbón del Coal River Valley, en Virginia Occidental. Decenas de hombres quedaron atrapados. Mientras Cable News Network (CNN) enviaba camiones vía satélite, el presidente Barack Obama hablaba en televisión. Este valle encajonado, jalonado de pueblos casi fantasmas donde el agua del grifo huele a gasoil, se convirtió en el ojo del huracán mediático estadounidense. El suspense macabro llegó a su fin unos días más tarde: el balance definitivo contabilizaba veintinueve muertos.
Se construyeron dos monumentos en memoria de los desaparecidos. Uno de ellos, tallado en granito, representa veintinueve siluetas que se abrazan. Fue financiado por la industria y está dedicado a “todos los mineros heridos, enfermos o muertos en el trabajo”. El otro memorial, más íntimo, se encuentra en el lugar exacto de la tragedia: veintinueve (...)