Desde que Donald Trump asumió el cargo en la Casa Blanca, la personalización de la política estadounidense ha alcanzado cotas máximas. Sus declaraciones, sus tweets, sus fabulaciones, su egocentrismo obsesionan al país –y lo tienen agotado–. Eso sí, los medios de comunicación se frotan las manos ante el gancho de semejante producto. Resultado: todos hablan única y exclusivamente de Él. Los republicanos no tienen más ambición que coronar a un líder con autoridad indiscutible en su propio campo. Los demócratas andan debatiendo de cómo hacer “que se largue” cuanto antes un presidente tan alarmante. Dicho esto, y ya que su destitución es poco menos que improbable, esperan a que las primarias les permitan identificar a un rival capaz de hacerle morder el polvo el próximo mes de noviembre.
“Si nos limitamos a deshacernos de él –señala sin embargo la ensayista de izquierdas Naomi Klein–, volveremos a la situación anterior, tan pésima (...)