Christof Marthaler, el hombre de teatro llegado de Suiza, es un gran tímido. Para oír hablar de este ex rebelde del 68 de sombrero dúctil y barba extravagante, lo mejor es recurrir a sus amigos. “La mejor forma de acercársele es sentarse a la mesa con él, a beber un trago en un bar lleno de humo. Ahí es inextinguible”, dice en tono confidencial su compatriota Roger de Weck.
Ex jefe de redacción del semanario hamburgués Die Zeit, de Weck frecuentó a Marthaler en los bares situados detrás del Schauspielhaus de Hamburgo. El funámbulo pasaba horas allí observando a la gente y hablando de la vida y del teatro. Esto ocurre antes de que lo llamaran para dirgir el Schauspielhaus de su ciudad natal, Zurich, en septiembre de 2000. Y antes de que lo echaran, dos años más tarde.
Antes también de que Roger de Weck organizara una gran manifestación de apoyo (...)