Nunca se dirá las suficientes veces todo lo que la política le debe a la virtud del “pragmatismo”. Así, Gérard Larcher, presidente de un Senado mayoritariamente de derechas como es el francés, tranquilizó al ministro de Economía galo Emmanuel Macron, que se reivindica de izquierdas: es “de manera extremadamente pragmática y no ideológica” como el proyecto de ley del ministro va a ser examinado. A lo sumo, el presidente del Senado milita por una profundización de la “coherencia” y por “cierta reforma de las reglas del trabajo”. Nada que pueda molestar al ministro Macron, que repite: “No hay que tener ni dogmas ni fetiches [sobre el tiempo de trabajo], sino pragmatismo”. Entre “pragmáticos”, el entendimiento cordial (y hasta un poco más) debería ser posible.
Por supuesto, será muy necesario poner de manifiesto algunos “marcadores” acuñados a la usanza de la “vieja ideología” (como el contrato de trabajo único con derechos variables (...)