Ni un día de respiro para Grecia, al borde de la asfixia; dos años de plazo para Francia, que ya había obtenido dos prórrogas en la aplicación de las normas de Bruselas. Tal es el veredicto de la Comisión europea que, una vez más, parece mostrarse firme con los débiles y permisiva con los fuertes.
Pero la apariencia es engañosa. Si bien los niveles de endeudamiento y austeridad no tienen comparación y si las “exigencias” de los tecnócratas bruselenses no tienen la misma amplitud, el chantaje sí es idéntico: hay que suprimir todo lo que obstaculiza el enriquecimiento de los más ricos y el poder de los accionistas sobre las empresas. Por otra parte, es lo que habría podido llevar a los mandatarios Alexis Tsipras y Hollande, que se reivindican de izquierdas, a respaldarse mutuamente para aflojar la cuerda, como lo esperaba el primero. ¡Ni hablar!
París ha elegido ganarse la mansedumbre (...)