En el trasfondo de despolitización de la sociedad del espectáculo es seguro que emprenderla contra una notoriedad mundial como la de Thomas Piketty sólo puede ser la marca del resentimiento envidioso. Sin embargo, las fuertes objeciones de esta clase no deberían ser suficientes, en principio, para impedir que se planteen algunas cuestiones políticas. Digamos incluso, con más precisión, algunas cuestiones relativas a un engaño inseparablemente intelectual y político, cuyo indicio más seguro aparece dado, en negativo, por una unanimidad mediática sin precedentes, garantía en sí de total inocuidad, como por todo lo que ella elige celebrar de forma apasionada.
Realmente sería necesario que “el mundo hubiera cambiado de base” para que Libération, L’Obs, Le Monde, L’Expansion, y también The New York Times, The Washington Post, El País, etc., coincidieran en ese grado de embelesamiento sobre cualquier cosa que fuera seriamente molesta. En verdad, sólo la prensa financiera anglosajona mantuvo un poco (...)