A sus 37 años, Tomoko Mori es una mujer activa y satisfecha consigo misma. Vive en Tokio y trabaja en el servicio comercial de un gran grupo hotelero estadounidense. Acaba de obtener el ascenso a un cargo directivo, anuncia con orgullo. “Mi horario laboral se ha ampliado considerablemente, pero estoy contenta. La empresa confía en mí”. Casada recientemente, le gustaría tener un hijo antes de llegar a los 40. Pero confiesa tímidamente: “Podría ser un freno para mi carrera profesional”.
Aún hoy, las japonesas parecen tener que elegir entre empleo y maternidad. Tomoko Mori quiere desdramatizar el asunto: “Si pudiera obtener a la vez el apoyo del Gobierno y el de mi empresa, podría criar a un niño...”. Pero, como a su pesar, expresa inmediatamente sus reparos y termina eludiendo el tema. En Japón, una mujer que se convierte en madre tiene pocas posibilidades de que le asignen responsabilidades puesto que (...)