En 1931, Simone Weil, con 22 años, acababa de superar la oposición para ser profesora de Filosofía cuando se instaló en Puy-en-Velay, un municipio de la cuenca minera del departamento de Haute-Loire, para enseñar en un liceo femenino. El director de la École Normale Supérieure (ENS), Célestin Bouglé, no podía más que alegrarse por ello. Aquella en quien veía una “mezcla de anarquista y de mojigata” le irritaba por su espíritu contestatario y por su activismo; Bouglé había deseado que la destinaran “lo más lejos posible para no volver a oír hablar más de ella”.
La llegada de Simone Weil a Puy representó una etapa importante en el recorrido de la filósofa, completamente marcado por el compromiso bajo la insignia de la solidaridad con los desfavorecidos: “Desde la infancia, mis simpatías se dirigieron hacia los grupos que se identificaban con las capas despreciadas de la jerarquía social”, le confíaba a Georges (...)