En cada esquina de las calles de Dahie –la periferia del sur de Beirut– y a lo largo de las carreteras del valle de Bekaa –al este del país–, los retratos de los combatientes muertos en Siria forman parte del paisaje actual. Hezbolá está pagando un alto precio por haberse involucrado en el conflicto sirio. Detrás del mostrador de la pequeña tienda donde trabaja en Rueiss, al sur de la capital libanesa, Farah C. conserva como oro en paño una fotografía de su novio, muerto en 2014 en Ghuta, cerca de Damasco. “Partía para combatir durante quince días en Siria, después volvía y descansaba una semana antes de volver a irse –cuenta la joven, envuelta en un largo velo negro–. A menudo sufría problemas en los ojos y en los oídos debido al humo y a los bombardeos. Decía que siempre percibía el olor de la sangre. Era muy duro, (...)
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Divisiones en torno al régimen sirio
Hezbolá, dueño del juego libanés
Gracias al apoyo de los bombarderos rusos, los asesores iraníes y los combatientes chiíes libaneses, el Ejército sirio recuperó terreno antes del alto el fuego de finales de febrero. Hezbolá, en primera línea para apoyar al presidente Bachar el Asad, ve reforzadas su legitimidad y su posición en el plano interno. Aunque es calificado como “grupo terrorista” por la Liga Árabe, sigue siendo muy popular en los países del Magreb.
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