El jueves 28 de junio del 2007, cuando los periodistas del Wall Street Journal comprendieron que Rupert Murdoch, el magnate australo-estadounidense de los medios de comunicación, estaba a punto de firmar un cheque de cinco mil millones de dólares para comprar ese diario, decidieron responder con mucha dureza... ¡llegando tarde a la redacción! La huelga no forma parte del metabolismo periodístico de esa institución de la prensa mundial, y –sea cual sea el peligro– es una tradición no perturbar la publicación del diario financiero para no asustar al lector de la City.
Con esa muestra de malhumor, los ciento cincuenta periodistas que participaron en la protesta –es decir, la mitad de los efectivos que el Wall Street Journal posee en suelo estadounidense– deseaban mostrar su desaprobación a la familia Brancroft, propietaria del periódico desde 1902. Esperaban así poder influir en las negociaciones exigiendo la creación de un comité independiente que debería (...)