El sueño europeo se está transformando en una máquina de castigar. A medida que esta maquinaria afina su funcionamiento, se va instalando el sentimiento de que hay elites intercambiables que aprovechan cada crisis para endurecer sus políticas de austeridad e imponer su quimera federal. Este doble objetivo despierta la adhesión de los consejos de administración y de las salas de redacción. Pero ni siquiera sumando a este pobre equipo a los rentistas alemanes, a algunos testaferros luxemburgueses y a la mayoría de los líderes socialistas franceses, podremos ampliar demasiado la base popular del actual “proyecto europeo”.
La Unión Europea (UE) no deja de amonestar a los Estados que no tienen como principal preocupación la reducción del déficit presupuestario, ni siquiera cuando se dispara el desempleo. Como en general obedecen sin hacerse rogar, enseguida les impone un programa de rectificación con objetivos cifrados en decimales y acompañado de un calendario de ejecución. (...)