“Todos se van. Como esto siga así, pronto no quedará nadie en el Pamir”, dice Chorshanbé mientras conduce su taxi siguiendo el curso del Panj —el río que separa Tayikistán de Afganistán— al sur de Jorog, la capital del Alto Badajshán. Señala con un gesto de la barbilla a los pastores que se ven en la otra orilla: se considera más afortunado que sus vecinos de enfrente. Aunque ya no con tanta seguridad como antes.
En esta pobre y remota región, lo habitual desde hace tiempo —como en el resto de regiones de Tayikistán— es irse a buscar trabajo fuera. Ahora bien, desde hace algo más de dos años, el éxodo se ha vuelto masivo: según las cifras registradas por representantes de la diáspora, 50.000 personas abandonaron la región entre 2022 y noviembre de 2023, lo que supone entre un cuarto y un quinto de la población de la misma.
La crisis (...)