“Un mercado único europeo de la electricidad y el gas verdaderamente competitivo produciría una bajada de los precios, una mejora en la seguridad de aprovisionamiento y un fortalecimiento de la competitividad. Tendría además un efecto beneficioso sobre el medio ambiente.” Al redactar estas frases en el Libro Verde 2006 sobre el desarrollo de una política energética común, los miembros de la Comisión Europea mostraron ser de pluma ligera y broma fácil. De creerles, el mercado permitiría todo: la bajada de los precios de la energía, la independencia energética, y la protección del medio ambiente.
En realidad, para Bruselas la competencia no es tanto un medio como un fin en sí. Un comunicado reciente de la Comisión sobre los sectores europeos del gas y la electricidad insiste en la misma tesitura: las tarifas reglamentadas de la energía (fijadas por los poderes públicos) son demasiado bajas y “desalientan la llegada de competidores nuevos”. (...)