Nuestro país constituye efectivamente un laboratorio natural del reverdecimiento de las utopías más reaccionarias –promesas de felicidad por la ecuación TIC+mercado-, ancladas en las nuevas redes y en su supuesto y automático efecto sobre la cultura y la comunicación social. Agotadas momentáneamente tras la crisis económica de las punto com (¿prefacio de la crisis de la economía virtual?) de principios de siglo, la aparición de la denominada Web 2.0 ha sido suficiente como para que nuevos gurús internacionales , con múltiples plagiarios y pequeños aprendices de brujo locales, se lancen de nuevo al campo de las profecías o, mejor aún, al de las especulaciones convertidas en supuestas realidades.
En portales y weblogs, amplificados cuando no patrocinados por los medios de comunicación tradicionales, el discurso dominante es de nuevo el mundo de las maravillas de la comunicación activa, interactiva, libre y plural, de los consumidores permutados en emisores y hasta en creadores, (...)