Por un lado, los “demócratas”, defensores de un Gobierno por y para el pueblo; por el otro, los “autoritarios”, partidarios de la dictadura del partido único: éste es el panorama político chino que trazan la mayoría de los medios de comunicación occidentales. En realidad, los dos bandos no están tan alejados. Tanto los primeros como los segundos parecen querer determinar bajo qué condiciones puede permitir el Gobierno para el pueblo la promoción del interés general en la estabilidad y la concordia. Ni siquiera para los liberales ni para los disidentes chinos, la democracia directa podría lograrlo. El pueblo –esencialmente los campesinos y los migrantes– es presa de sus pasiones e instintos y, por eso mismo, vulnerable a todas las manipulaciones. Una “verdadera” democracia supone, pues, elites capaces de orientar la decisión popular apoyándose en la franja “ciudadana” de la población, es decir, la clase media urbana.
Esta forma de concebir la (...)