Los centros de acogida para solicitantes de asilo se ubican en escasas ocasiones en paisajes de postal. Para llegar al de la Bornitzstrasse, en el distrito berlinés de Lichtenberg, recorremos una larga calle que lleva de un supermercado de baja gama a inmuebles abandonados entre los cuales un pequeño circo ha tomado posesión de un descampado. Dos camellos famélicos comen allí hierba embarrada. Más alejada, una inmensa bolera heredada de la era soviética le da la espalda a un bloque de viviendas de hormigón gris y de cuatro alturas y equipado con un sistema de videovigilancia. Nos encontramos allí. Delante de la entrada, tres jóvenes afganos matan el aburrimiento fumándose un cigarrillo. “¿Ha visto? Qué amable, Angela Merkel nos ha puesto camellos para que nos sintamos un poco como en casa”.
El anglófono del grupo se llama Emir, tiene 28 años, ojos risueños y talento para divertir a sus compañeros, quienes (...)