Para encontrar un precedente al actual eclipse diplomático de Francia hay que remontarse a la expedición de Suez de 1956 y a la guerra de Argelia. En efecto, ni la organización por parte de París de una conferencia internacional sobre medio ambiente, ni las proclamaciones marciales del Presidente de la República, ni la incorregible autocomplacencia de su Ministro de Asuntos Exteriores pueden ocultar ya la caída en picado de Francia.
En materia europea, la alineación con Alemania se hizo evidente en el episodio griego. El Ministerio de Asuntos Exteriores parecía ausente, el Ministro de Finanzas se mostraba locuaz pero inexistente y François Hollande limitaba su papel al de emisario de Berlín, encargado de hacer que el primer ministro Alexis Tsipras aceptara los ucases de Angela Merkel. Incluso en Washington sorprendió la dureza de la Unión Europea con Atenas.
Pero París volvió a posicionarse junto a Estados Unidos cuando se supo que (...)