En diciembre de 2013, un laboratorio anuncia la reconstitución, a partir de una máscara mortuoria, del “verdadero rostro” de Maximilien de Robespierre. Los historiadores se sorprenden de que el resultado se parezca muy poco a los retratos de la época y expresan serias dudas. No importa: el retrato contará con los honores de los medios de comunicación, ya que, auténtico o no, el Robespierre encontrado tiene los rasgos indicados para su trabajo. Mandíbula cuadrada, frente estrecha, mirada fija: el aspecto patibulario de un carnicero de la Villette, viruela incluida. Todo el mundo lo entiende: ésta es la cara de un cortador de cabezas.
Unos meses más tarde, nuevo brote de “antirrobespierrismo”. Aparece on line la publicidad del videojuego Assassin’s Creed Unity, situado en el París de la Revolución. En medio de un caos de imágenes muy guiñolescas aparece un orador furioso. Es Robespierre. La voz en off, cavernosa, explica: este hombre (...)