Un canto a un valor revolucionario tan fundamental como a menudo olvidado: la fraternidad. Y, aunque las intenciones de esta novela gráfica no pueden ser más humildes, sus autores consiguen en cierto modo hacernos reflexionar sobre su importancia. Para hacerlo se centran en un reducido grupo de ciudadanos sin ningún nexo común aparente salvo el hecho de compartir la misma calle o el mismo trabajo. Sin embargo, todos sufren de algún pesar, sea por soledad o pérdida, que únicamente podrán superar a condición de brindarse ayuda unos a otros.
El relato se asemeja en cierto modo al de la película Amélie (de Jean-Pierre Jeunet, 2001) excepto por un detalle que lo hace interesante: no existe una heroína que solucione los problemas mediante trucos de magia infantil. Todo el peso recae sobre los personajes y su capacidad para poner en práctica una fraternidad entendida como solidaridad entre iguales.
Para la (...)