Voluntariado, donaciones caritativas y organismos sin fines de lucro: desde hace treinta años, los países occidentales utilizan, en diversos grados, estos tres ingredientes para desentenderse de algunos servicios sociales. Por ejemplo, Canadá, el Reino Unido y Francia.
La cuestión de los déficits públicos, que anima el debate occidental desde la década de 1980, ha llevado a los Estados a probar soluciones para aliviar la “carga” de la ayuda social sin causar daños catastróficos a la población. Así como Estados Unidos, Canadá apostó por la “sociedad civil” y la ayuda mutua comunitaria. A principios de la década de 1990, el déficit del país rondaba el 6% del Producto Interior Bruto (PIB) y el ratio de endeudamiento alcanzaba el 90% incluyendo las deudas de las provincias. No hizo falta más para que las agencias de calificación le retiraran su triple A en 1992. Canadá no tardó en convertirse, según la generosa expresión de (...)