¿De dónde provienen las disparidades en la densidad de médicos, sino del exorbitante privilegio que éstos tienen de elegir su especialidad y lugar de ejercicio exclusivamente en función de sus deseos y en detrimento de las necesidades de quienes reciben su asistencia? ¿Por qué se permite que se amplíe la brecha entre las regiones sobremedicalizadas (Ile de France, Ródano-Alpes, Provenza-Alpes-Costa Azul) y las demás? ¿Por qué se sigue formando y remunerando peor a los clínicos y favoreciendo a especialistas menos útiles y más costosos en prescripciones? Aunque los profesionales detesten reconocerlo, la respuesta es simple: formar médicos es formar una aristocracia.
En 1968, se alzaron numerosas voces para denunciar la desigualdad frente a los estudios médicos e incitar a las facultades a abrirse. Pero a principios de los años setenta, el numerus clausus reinstauró una selección social encubierta, vehiculizada por las materias «fundamentales» (matemáticas, física, química). El cuerpo médico quería seguir (...)