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Espejismos de revolución en el Este

A menos de un año de la “revolución naranja”, sus lideres se escinden: el 8 de septiembre el presidente Viktor Yúschenko ha destituido al primer ministro Yulia Timochenko, con un transfondo de luchas de clanes y corrupciones. Aún más esta crisis incita a revaluar un fenómeno que ha afectado a Serbia (2000), a Georgia (2003), a Ucrania (2004) y a Kirguizistán (2005) y podría alcanzar a Bielorrusia e incluso a Kazajistán.

por Vicken Cheterian, octubre de 2005

Viktor Yúschenko no es un revolucionario común. No viste uniforme de faena ni se conoce ninguna foto suya con barba y Kaláshnikov. Este hombre, físicamente favorecido ­–antes de haber sido desfigurado por un envenenamiento criminal– fue ­director del Banco Central y primer ministro de Ucrania. En 2004 fue candidato en las elecciones presidenciales, pero el presidente ­sa­liente, Leonid Kutchma, había previsto ceder su lugar al primer mi­­­­­­­­nistro de entonces, Viktor Yanu­kóvitch, que apenas habla el idioma nacional.

Cuando, al término de la segunda vuelta, la Comisión Elec­toral anunció la victoria del candidato oficial, la oposición exclamó que era un escándalo y organizó multitudinarias manifestaciones. Miles de personas se movilizaron durante los gélidos días invernales, dando nacimiento a lo que se llamó la “Re­vo­lución naranja”. Así funcionan las revoluciones de colores: a raíz de un fraude electoral, una parte de la élite se enfrenta a la otra y organiza protestas populares, lo (...)

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