Viktor Yúschenko no es un revolucionario común. No viste uniforme de faena ni se conoce ninguna foto suya con barba y Kaláshnikov. Este hombre, físicamente favorecido –antes de haber sido desfigurado por un envenenamiento criminal– fue director del Banco Central y primer ministro de Ucrania. En 2004 fue candidato en las elecciones presidenciales, pero el presidente saliente, Leonid Kutchma, había previsto ceder su lugar al primer ministro de entonces, Viktor Yanukóvitch, que apenas habla el idioma nacional.
Cuando, al término de la segunda vuelta, la Comisión Electoral anunció la victoria del candidato oficial, la oposición exclamó que era un escándalo y organizó multitudinarias manifestaciones. Miles de personas se movilizaron durante los gélidos días invernales, dando nacimiento a lo que se llamó la “Revolución naranja”. Así funcionan las revoluciones de colores: a raíz de un fraude electoral, una parte de la élite se enfrenta a la otra y organiza protestas populares, lo (...)