“Ni Brasil ni los brasileños merecen esto”, declaró abrumado el presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva. Aludía al escándalo de corrupción que desde hace cuatro meses viene sacudiendo a su país, salpicando a ministros y dirigentes de la formación de donde surgió, el Partido de los Trabajadores (PT). Revelada con júbilo por los grandes medios de comunicación y atizada por acusaciones públicas formuladas por las personalidades implicadas, la cuestión ha cobrado rasgos de telenovela. Ha convulsionado toda la escena política con la violencia de un huracán devastador.
Al parecer está comprobado que el entorno de Lula da Silva y especialmente José Dirceu, ministro de la Casa Civil del Presidente (una especie de primer ministro), había edificado un amplio sistema de sobornos para comprar el voto de diputados aliados del PT. Cada parlamentario corrupto recibía mensualmente una suma aproximada de 10.000 euros extraídos de una caja negra alimentada por las (...)