En estos últimos tiempos ha sido raro que un Presidente estadounidense llegara al poder con objetivos tan ambiciosos en el ámbito de la política exterior como Barack Obama. Habiendo iniciado sus funciones en enero de 2009, en un momento en que la reputación internacional de Estados Unidos estaba seriamente dañada, se propuso restaurar el prestigio de su país dedicándose a una vasta gama de problemas: el desarme nuclear, la paz entre Israel y los palestinos, la mejora de las relaciones con Rusia, la reconciliación entre el “Occidente” y el mundo musulmán. Como si esto no fuera suficiente, también deseaba dedicarle su atención a problemas ampliamente ignorados por el Gobierno de George W. Bush, como la pobreza en el mundo y el cambio climático.
Muchos de los que apoyaron a Obama creían que lograría realizar importantes progresos en estas cuestiones durante el primer año de su mandato. Pero resultaron muy decepcionados. Esto (...)