La raza no es una cuestión perteneciente a la biología humana (a diferencia de la respiración o de la reproducción sexual); tampoco es una idea (como el valor de π) que pueda tener vida propia. Se trata más bien de una ideología surgida en un momento histórico concreto y por causas explicables. Y que evoluciona por las mismas razones.
La Virginia del siglo XVII supone un buen punto de partida para presentar esta historia, así como la historia de la sociedad de plantadores en la Norteamérica británica. El Estado, que amenazaba con hundirse en sus inicios, descubrió su vocación a partir de la década de 1620: el cultivo del tabaco. Los futuros Estados Unidos experimentarían entonces su primera expansión, apoyándose más en las espaldas de los “sirvientes bajo contrato inglés” que en la de los esclavos africanos. Estos ingleses “nacidos libres” podían ser adquiridos y vendidos como ganado, secuestrados, robados y (...)