La ex primera ministra israelí Golda Meir declaró en su tiempo que detestaba a los árabes. ¿Por qué? Porque obligaban a los israelíes a tratarlos… como los trataban. El último ataque israelí contra Gaza parece haber reavivado el fariseísmo de esta dirigente, pero también su rencoroso pesimismo. Meir nunca creyó en la paz con los árabes. La mayoría de los israelíes también ha dejado de creer en ella.
La operación “Plomo endurecido”, esperada y prácticamente inevitable, fue desencadenada en el momento ideal: los cohetes de Hamás lanzados desde Gaza caían sobre las ciudades del sur de Israel y la presión de la opinión pública sobre el gobierno crecía a medida que se acercaba la fecha electoral del 10 de febrero. Por otra parte, el Gobierno aprovechó el final de la Administración republicana en Washington y el hecho de que las vacaciones de año nuevo desviarían la atención de la comunidad internacional. (...)